marzo 16, 2008

Que la perdones te pido por tu pasión dolorosa

Hace un par de semanas acompañé a mi madre a velar a su madre. Es decir, se murió la mujer que, sin serlo, fue mi abuela. Ni yo su nieta (nada de galletas, chocolate caliente o bufandas), un par de extrañas que con trabajo se hubieran reconocido en la calle. La única cosa familiar que pude encontrar en su casa fueron las cazuelas de barro colgadas con alambre de un muro azul, entre las plantas, en exteriores. Justo como en casa de mi madre. Y la parte humana de sus hijos, mis medios tíos que, ante la súbita falta de normalidad se ocupaban de cualquier cosa para no estar: las flores, el agua, hacer café, alimentar a los deudos.

Ahí, con todo lo desconocidos que son, fueron humanos, personas.

Mismas reacciones ante los abismos.

Descubrí con esto y el postsecret que el temor no es a estar solo, sino a ser vulnerable. Y es una paradoja notable. Aparece la lógica que faltaba en entender las relaciones humanas fallidas, o medio estructuradas en razones no tan románticas: el sexo, la "compatibilidad de patologías", el master and servant de los humanos. A veces se da, recibe a cambio y consigue una garantía de continuidad y seguridad. Se construyen complicidades. Paso a paso se apuestan las canicas por unidad, no se arriesga tanto, no se pierde tanto. Limita y parece "justa", pero no siempre deseamos darnos así. Hay quien quiere dar todo, o tres canicas a la vez, o no dar nada algunos días. Está bien, es espontáneo, franco. Hay dadores, hay receptores. Hay quien se casa con esa idea y se atemoriza ante dos canicas, hay quien nunca suelta la bolsa y aún así recibe. Hay quien no sale nunca del papel, y no juega nunca con un personaje que se le antoja, se queda con el traje que le protege, se guarda esperando una llave mágica o se queda como está.

Es menos complicado estar solo. Es mejor en muchos casos. La otredad es demasiado violenta, nos hace desconfiar cuando el otro sonríe, si una mano nos toca. ¿Y qué si me quedo en casa, dentro y fuera del mundo? ¿Y qué si no quiero construír, conocer, arriesgarme? ¿Y qué si deseo aunque no suceda nada?

¿Qué pasa con el otro si soy vulnerable? Parece que desnudarte y estar dispuesto es la cosa más horrible de este mundo. Y no. Cuando alguien se acerca parece que pregunta ¿Dejarías que te haga daño? -conóceme para evaluar si vale la pena- ¿Y qué si respondo que sí?

¿Qué pasa si doy sin garantía? Nada. Puedo recibir de vuelta o no ¿en dónde está el placer entonces? ¿De dónde sale la fascinación ante el otro?

En que puede no pasar y nos gustan los juegos, en que puedes saber dar, recibir y las cosas se vuelven un intercambio, nada que temer. Todo camina y a veces se detiene, no a la inversa. Nadie nació ni tiene la misión de dañar, las cosas pasan, la gente vuelve, se va, a veces cambia y camina en otras direcciones. Se puede decidir incluso no participar de la propia vida, dejar que las cosas fluyan, pasen, se conecten.

Es inevitable estar desnudo, nuestras corazas gritan verdades que cualquiera puede desentrañar. Hasta las entrañas, pues.

No pasa nada si se hace o no se hace. Estamos inmersos en una marea. Imposible no moverse con el exterior. Lo que hay que aprender es a dejar ir, no a recibir cosas, hay que entender que todo lo que esté fuera, por más cerca que esté no es parte de nosotros. Porque estamos rodeados, nos mojamos y basta existir para ocupar un lugar y formar parte de un entramado. Complejo o simple, pero una red. Es inevitable que usemos las palabras, los gestos, las cosas que hacen evidente cuánto nos importan los otros, cómo nos encanta ver, adivinar, imaginar y olvidar. Olvidarnos y recordarnos, rehacernos. Demasiado como para que al morir alguien ruege por tu perdón. Que nadie me perdone, ni siquiera creo en eso. Mi corazón late, mi boca funciona, quiero ver y puedo hacerlo. ¿Cuál es el problema con adoptar una u otra postura? ninguna. No pasa nada que no pase dentro.

Igual nunca voy a entenderlo todo y mi confusión inyecta al mundo que vivo con otros factores. El poder de la decisión y la ponderación de variables está sobrevaluado. La mera existencia nos impide pasar desapercibidos o mantenernos intactos. Brincando hacia el abismo o caminando con sombrilla, son solo maneras de practicar la vida.

Dejar hacer, dejar pasar es lo mismo que hacer y observar, impedir, alentar. No hay absolutos acá, no se cambia todo con un pequeño viraje de timón. No mas que la propia perspectiva. No somos tan poderosos, aunque nuestra manera de ver al mundo nos diga la única verdad a la que tenemos acceso hay que saber que también es una mentira, una parcialidad. Pero nuestra. Y puede no pasar nada mientras pasa todo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cierto princesa, cualquier postura es válida. Y como bien dices incluso al no querer o atreverte a adoptar una, pasar desapercibido es imposible. Sí creo que un pequeño viraje de timón, por muy personal que sea la perspectiva, puede cambiar el rumbo de los cosas y hacer que llegues a otro puerto. Queda por ver si es el que uno tenía en mente. En cuanto a canicas, chiles o como uno quiera llamarlos, prefiero ser manirroto. Me ha ido mejor así. Pero esto ya es decisión de cada uno.

the drop dijo...

la vida da vueltas, el unico que puede hacer que uno se maree o no, es uno, como bien lo dices. Somos los unicos en poder dirijir el barco, anyway. Si no lo hacemos nosotros, quien mas?

es un placer leerte...

abrazos!

ps: a ver cuando nos echamos una chela a la salud de los timones o de los barcos!!! jeje

Sergio Lara dijo...

Habria que retomar el camino, uno bueno que no nos deje con un aml sabor de boca.