mayo 13, 2008

Hortelano, 2006. Todos los laberintos tienen salida

Óleo de una monarca sin respuestas. (El pintor en la corte)

La princesa muere por ser vivida. Grita desde los céfalos de las flores. Llora con un altavoz reposando en sus lagrimales. Y rabiosa se deja olvidar, cada párrafo si es preciso, con tal de que la recuerden los historiadores de la pesadumbre.


La princesa no quiere cuentos ni castillos. O cuando menos rehusa abiertamente los que no se fragüen entre carne y granito. Ella se rebela contra las mariposas y sus alas de vidrio. Y se repliega ante los santuarios que se forjen sólo de aire.

No es una princesa de caricias aladas, ni del mar, ni de sueños de estambre. No es una princesa que conviva con princesas. No es una ecuación, ni un misterio, ni un puchero amaestrable. Es siempre ella -siempre- y ya. Aun si se viste de sí misma.

Ya sean grúas o tentáculos o sombras: Deslizarse sin defensa cuesta más que acicalarle. Es un mar de preguntas. Es un pantano feroz y que se teje entre respuestas. Tan sólo escúchenle respirar.

Ahí el pulso de los días. Suspiro. Quemazón.

Su ahora es más que mil promesas.

1 comentario:

Chamirú dijo...

Pues yo nomás veo que ya pasaron más de 8 días. Y que yo tampoco soy ningún especialista en comentar loq ue digo, o decir sobre lo ya comentado.

Qué se yo. Cada día se me hace más palpable el hecho de que la gente se muere, la vida se termina, el tiempo se acaba. Y no es -nomás- un sketch para los que nos quedamos aquí.

Te mando besos, claro. Porque recuerdo lo que me llevó a decir aquello, y porque comprendo lo que motiva a cualquiera a no decir nada luego de eso. No porque esté bien dicho. No porque signifique nada. Quizás -nomás- porque duele saberse solo en mitad de las multitudes. En mitad de cualquier parte.

Estadio Azteca: 12 del día. Santa Fe: cualquier otra mañana. La propia casa: rodeado de los que saben. ¿Habrá forma de escapar?

Lo dudo.

Y no es que importe. A mí nada más me sigue dando miedo ese quedarme solo sin que nadie me convierta en humo. Sin que nadie me recuerde en nada.

Y no importa. Para ti solo hay besos y abrazos y otros días que podrían ser mañanas.

Para mí lo que sea. Básicamente dormir. Acojonarse. Huir.

De verdad siento que más allá no hay nada.