enero 03, 2009

¿Y si mejor planto un árbol? ¿Y si mejor la pateo?

Sí, sí. Nuevo año. Pasamos del ocho al nueve, el cronómetro vuelve a ceros y tenemos la sensación de una vidita nueva, mejorada y sin kilometraje, como recién pulida. Pensándolo tantito, lo único distinto es que nos vestimos chistoso y -a veces- usamos calzones de colores atípicos o comemos como puercos en engorda.

¿De dónde viene esta fantasía de regeneración? Digo, no es que quiera terminar con la maravillosa idea del renacimiento, pero el estado de las cosas es el mismo. El desamparo, la esperanza o los errores siguen el el mismo lugar, sin vinos ni deseos que los desaparezcan. La rutina continúa, el trabajo (o su ausencia), los gritos, las planchas para el pelo y los relojes. Hasta las uvas siguen su proceso de descomposición.

Habría que mirar hacia atrás sistemáticamente ¿Por qué no decidir un cambio también cada lunes o jueves? ¿Por qué no utilizar la entrada de la primavera (como hace mi mamá) también como año nuevo? Mucho tiempo pensé que la vida estaba hecha para decir, sentir y hacer. Hoy creo que cada quien tiene un truco para inventar su rumbo o alejarse de él, moldear objetivos, atrapar palomillas o quemar las naves.

Y sí, por primera vez en mucho tiempo hay cosas que tengo sin decir sin la urgencia de decirlas, gritarlas o mandarlas por correo certificado. A veces vale darle un poco de chance a la idea de la casualidad o dejar al destino jugar un rato.

Puede ser una idea tonta y romántica sobre las cosas "meant to be", que le reste intensidad a esta colección de sinsentidos agresivos. Pero nadie cambia por quererlo, sino cuando se hace algo al respecto. Y no siempre se quiere hacer, o se puede.

Un tragafuegos de semáforo vacío iluminó las gotas de llovizna pegadas al parabrisas de esta confusa con computadora y blog en un día en el que no tocaban ni lluvias ni fuego. Y escribo, extraño y no quiero decir.

"Sometimes truth isn't good enough, sometimes people deserves more", como dijera Batman. Sí, se puede romper la superficie, volver al cuento para respirar y regresar al agua en la que nada pasa, o pasa diferente, o nomás se vuelve algo que no queríamos pero que nos sepulta con sus litros y litros de vida corriente y salina.

Querer, decir, hacer, aguantar, jugar a la sutileza, el eufemismo o la traición. Disfrutar las cosas suaves y serenas para que terminen extintas o en explosión. O ¿quién sabe? tal vez solo continúen siendo, sin compromisos de in crecendo. Nomás pasandito, como la vida. En la que no importan los compromisos de cambio, ni las promesas venenosas, solo hoy, aquí y ahora. O mañana con todas sus cuentas de colores insertadas en un hilito que en cualquier momento se va a romper.

Quemar las naves, pues, solo levanta una humareda. Oler un cuello es solo oler un cuello. La respiración es un instinto y no dejaremos de hacerlo hasta que nos veamos obligados. Nadie nos persigue. La muerte ya no amenaza.

Primero la inocencia. Después, ante las pérdidas, el miedo. Luego te entra prisa por decir, por darle un peso a tu existencia, por no pasar desapercibido en el vagón de 1981 y haber cambiado la vida de alguien, tocado un corazón, enseñado como aprendiste. Y ahora pienso ¿y si sí? ¿y si no?

¿A quién putas le importa mas que a mí? o, mejor dicho ¿a quién me importa que le importe, mas que a mí?

Y si te sientes como quieres, o lo buscas, o te inventas un camino y lo sigues, solo piensa que nada es definitivo ni mandatorio, y después de muchos "hacer" y "decir" me quedo con los "sentir", y dejarme ser sentida.

Ya empezaré a subir fotos. Dicen muchas muchas cosas.