septiembre 03, 2006

Los sueños. Sus caminos

Hay muchas maneras. Algunos tienen un objetivo claro, con detalles infinitos: la tela de las cortinas de la casa, el olor de la manzanilla para el té de las mañanas, la cantidad de almohadas y las coordenadas de la felicidad del futuro. Se puede pasar por cualquier calamidad, se aguanta todo. El camino está delineado con espinas y castiga al que se desvía. El perdido sufre o medio vive hasta que recuerda el plan inicial y endereza los pies. Son sueños tan duros que a penas parecen sueños, que sólo se recuerdan porque con un movimiento equivocado una espada rígida lastima por dentro. Sueños tan perfectos que ahuyentan el amor que se les atraviesa para no distraerse, y si llega y lo aceptan siempre hay algo que lo repele. Son sueños blindados, brillantes, que valen todo porque pueden perder todo lo demás.

Supongo que son buenos sueños. Envidio al que tenga uno así, que justifique cualquier salto, cualquier "lack of love", cualquier abismo. Sueños magnéticos, deseos que, con el mundo en contra, logran encontrar el rumbo y caminarse aún sin pies.

¿Qué voluntad puede interponerse? Ninguna.
¿Qué motivo es suficiente? Ninguno.
¿Cuánto amor es necesario? Ni todo el del mundo alcanza. No es posible ni acompañar al que sueña, porque su deseo es de nadie más. Es necesario querer desde el otro lado del abismo, enviar cartas, mandar besos. Es imposible darlos.

Nada que se le ofrezca al soñador en cuestión va a disuadirlo de buscar aquello. Aunque no esté en ningún lugar. Cuando se logran son los mejores, aunque haya visto pocos hasta ahora. Perfectos con cara de cirugía, pero logrados, con soñadores sin sed. Cuando no se terminan dejan una estela de esfuerzo y tristeza. Y lo que corta la espada va cayendo, y se pierde, y no hay nada que hacer ¿Qué pensarán de lo perdido? Lo valen, cuando se logran.

Soy una soñadora modesta. Del ala oeste, con blasón para el camino, no para la torre. Supongo que soñando construyo lo otro y, aunque suene mal, para mí la felicidad está en donde cabe la posibilidad del deseo. Desde que deseo estoy viva. Nunca he tenido un final como el del guión, pero he sido muy feliz soñando lo que viene, estructurando, construyendo pequeños castillos de arena. Se caen, pero siempre puedes hacer uno mejor. Es la misma progresión pero por turnos. Sueño duro junto a otro, reemplazables, disfrutables pero nunca imprescindibles. Podemos ser más que una cosa. Podemos llegar a más de un lugar. Los ruegos no caben porque, aunque variables, los deseos son enteros. Inmutables mientras viven. Y mientras vives.

Siempre quiero más, pero quiero lo que puedo ver, sentir o imaginar. No tengo un sueño específico que rellene el horizonte. Alguna vez leí algo que puede resumirlo: "El amor es el trayecto"

Y, por cierto. Tú que estás aquí. Que me lees ¿quién eres? ¿cómo llegaste aquí?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

yo soy quien fui, la que seré y todas las semillas de mis sueños.

y llegué aquí, como todos, por amor y casualidad.

Unknown dijo...

Yo llegue invitado, y despues de perder tanto siguiendo un sueño solo queda seguirle macheteando, en un rumbo donde palabras como exito, fracaso y meta han perdido sentido

Chamirú dijo...

Yo que leo, aunque no sea igual al yo que sueño, llegue porque leo y
porque sueño. Soñe esos sueños como toronjas sin partir, enteros como
toda la saludable amargura de su jugo, de su promesa, de la armadura
que representan. Y luego soñe sueños como rodajas: suculentos en un
coctel pero incompletos si es que se trata de vitaminas y propiedades
beneficas con aromas de futuro. Llegue pues, soñando entre trayecto y
trayecto. Porque soñar, finalmente, esta sujeto a un albedrio oculto
que nos pertenece y no nos pertenece. Soñamos lo que nuestro ser de
ensueño quiere soñar, y no siempre esa rodaja o esa toronja comulga
con lo que nos atañe en la vigilia. Y no es desgracia ni fortuna: todo
eso es sencillamente trayecto.

Lo que vale, y no por ser cuantificable o preferible, es reconocer
sencillamente lo uno de lo otro: la rodaja del pastel entero. La
grandilocuencia del diminuto infinito de placer transitorio. Es como
encender un cigarillo, con toda la secuencia que implica. Placer hay
en arrancarlo de su sitio, placer hay en depositarlo entre los labios,
placer hay en invocar el fuego y succionar lentamente la ignicion
anticipada. Y en esa primera bocanada, y en la siguiente: Nadie
comulga en ese placer esperando ansiosamente el momento de aplastar la
colilla y sintetizar aburridamente lo vivido. Es, nuevamente, trayecto
y no destino. Lo que mas importa cosechar de cada sueño. Lo que mas
importa recabar de nuestras vidas.

Y llego aqui sin saber en un sentido amplio quien soy. Llego en un
momento que solo es el intervalo entre esta bocanada de humo y la
siguiente. Llego entre sueños frugales y sueños de cocteleria. Llego
sin ganas de ponerle nombre a la fruteria, o al tianguis o al motivo
de todos los sueños. Llego con una esperanza tenue y con una
resignacion asumida. Llego como soy, como estoy, como sueño
irremediablemente.

Pero saludo la rodaja, la bocanada, el atisbo de la toronja y el
cigarro entero. Y la charla posterior. Y la anterior, y la ultima.
Saludo todo lo que mira lo eterno pero retoza en lo fragmentado sin
recelo.

Y te saludo a ti, desde mi nombre, desde mi pausa, desde mi bocanada.
Te saludo sin pretender otra cosa que mirarte en el trayecto.

Chamirú dijo...

Y perdon por los acentos. Odio a mac.