noviembre 08, 2006

... que lo parió

Si es tan sencillo como esto:

No puedes desear tener las manos frías cuando hace calor, ni tener las manos calientes con el cuerpo frío. ¿Cuál es el maldito punto con las contradicciones? ¿Por qué siempre querer lo que no se puede?

Pues sí (aunque esto amerite un "pos sí"), las cosas no solo son lo que son. Se componen de lo que son y a través de lo que imaginamos de ellas. Desde ahí adquieren la fuerza que tienen en nuestros caminos. Mirando fotos de muertos, por ejemplo, encuentro lo que eran y las imaginaciones que se destruyeron con su partida, que duelen.

Así con todos, de todas las maneras. Es probable que se ame más lo que se imagina, porque parte de una semilla, pero eso no quiere decir que se ame falsamente o imaginando. El problema estriba en la capacidad de contar cuentos, de hacer grande al otro y decir: espero. Y esperando se llega mejor porque siempre existen más futuros, más posibilidades; amo a mis imaginaciones, pues, porque aunque se alejen de mi vida se mantienen abiertas desde que los futuros y las capacidades no dependen de mí. Creo en la felicidad que imagino en los que quiero, y en la que pienso para los demás, los anónimos.

Sé que nos vamos a encontrar, te digo a tí que no se quien eres, porque lo imagino y es posible. Nos veremos pronto.

Chale.

Y, sí. Alguien entendió la película completa y la escribió, un cuento estructurado entre pedazos de historias raras y verdaderas. ¿Por qué no se me ocurrió solo a mí?

Y, más allá de eso ¿Por qué no imagino que la lectura de ese texto cimbre a alguien tanto como a mí?




1 comentario:

Anónimo dijo...

La secuencia es un clásico:

Habitualmente se para frente al espejo para practicar. Usa jeans desgastados y el torso casi desnudo y digo casi, porque si no fuera por las correas de la carrillera o porta armas que le cubren el hombro, la espalda y los costados, su torso lánguido sí estaría desnudo.

Siempre se pone en situación, entra a escena sin salir de casa. Se coloca erguido, un poco tenso para mi gusto, aunque seguramente así lo exige la situación.
Sus manos se mueven ágiles, siempre cerca de los costados, de las armas. La muñeca y los dedos parecen estar en un concurso de pianos y panderos; simpre en movimiento nervioso y frenético.

Finge un poco y dirige la mirada a otro lado, a un horizonte que la pared de su cuarto no le permite ver, tal vez como esperando a ser señalado. Voltea furioso pero benevolente, de pronto mira fijamente al espejo, a su enemigo, tal vez a él mismo. Su gesto es de falsa compasión e inicia con la ráfaga de preguntas:

"ar iu tolkn tu mi....?"

El final, lo sabemos todos...
(De Niro / Taxi Driver)