marzo 22, 2010

Regreso


Si no me conoces, esto te va a dar mucha hueva.
La última vez que escribí más de una línea en este blog vivía en otra casa, tenía otra familia, otro trabajo y bebía menos. También estaba menos temerosa de que se malentendieran mis palabras.
Tras casi un año sin extrañar mucho ninguna de las anteriores fotos del pasado, y bajo la premisa de entender al presente (ya pasado, siempre pasado), regreso a contar crípticamente las pequeñas batallas por encontrarle un lado luminoso, intenso o podrido a los días. Generalmente es una queja, pero sigo prefiriendo estar en desacuerdo que no sentir nada, todo mientras busco o pretendo encontrar respuestas y reconocer las cosas que me quitan el hastío (sí, con todo el lugar común que ello implica).
Prevalecen la sed y el cansancio, el infinito desencanto y el letargo que heredan las paredes y las prisas, pero tengo menos ganas que nunca de pelearme con lo dado. La lucha es cambiarlo, dejar que las cosas florezcan y marchiten (como las flores horarias, esas de Ende en Momo), no meter las manos antes de pensar en todo lo que rodea los pequeños mecanismos en los que estamos envueltos.
Me asusta parecer conforme, y aclaro que creo que nunca lo estaré, ya que peco crónicamente de mirar el jardín del vecino. Pero ahora sé reaccionar más eficientemente en consecuencia: torpe e inflexible, pero nunca soportando.
Todo eso suena mucho más radical de lo que es.
El desacuerdo, la respuesta lenta, la permanencia dentro de un espacio de creencias cada vez mas disuelto (gracias a las mil alternativas que tiene cada forma de pensar) se ha convertido en la respuesta para mí, midiendo los espacios en los que media esta solución. No todos los lugares son campos de batalla ni todos los interlocutores reaccionan ante las mismas palabras, y el truco está en saber cuándo se requiere una intervención de verdad personal, impresa con ímpetu (con todo lo físico del término).
No es lo mismo ser caníbal en casa con el refrigerador lleno que en la puta jungla tras días sin comer -ok, otro lugar común, disculpen las molestias que mi óxido ocasiona/la molestia no es temporal y no sé si haya beneficio.
La cosa es que no sirve de nada negar las realidades (que alcanzamos a mirar). Los polos definitivos siempre tendrán una extensión o una excepción, y bajo esos términos la magia está en dejar de asumirnos como máquinas perfectas que tienen un algoritmo funcional para cada cuestionamiento. Somos humanos, carajo. Y como tales la cagamos magníficamente y rompemos líneas que algunas ocasiones vale la pena reconstruír. No olvidamos. No perdonamos. Simplemente el tiempo sigue pasando mientras ensayamos más malabares.
Nos herimos, sangramos y luego -eventualmente- deja de importarnos el recuerdo porque hay cosas más importantes. Y justo esa es la labor. Encontrarlas. Sea o no en otra casa, con otra familia y en un trabajo distinto.
La diferencia está en cómo asimilamos esos segundos que nunca paran pero que continúan reconfigurándolo todo.

Sí, críptica, creo.
Ash

No hay comentarios.: