enero 21, 2008

Grietas

A Marlene


La primera vez que me dí cuenta de que tus ojos además de ser grandes eran profundos agradecí no ser hombre, agradecí tenerte cerca y poder mirarlos con naturalidad. Pocas veces ví tanta luz en una sola persona, tanta risa, la vida latiendo que no pide permiso ni piedad.

No dura para siempre. Y me dí cuenta ahora que ya no estás que lo sabías mejor que yo, mejor que todos, gastaste bien hasta el último segundo, riendo, caminando, bailando y equivocándote sin pena porque también de eso se trata.

Se me quedan unos nudos re grandes en la garganta, unos lagrimones de telenovela y la impotencia propia del pobre pendejo que no se murió. Se me queda la felicidad que tenías la última vez que te ví y cómo conocías de cabo a rabo lo que traías -como dicen los niños chicos- en la panza. "No patea de siete a ocho" y luego una sonrisota y los ojos que a veces jugaban y a veces eran profundos como la chingada. Un clavado, un ser tú a través de esos brillitos y conocer otro mundo.

Lo hiciste re bien, y te juro que lo voy a hacer mejor por lo que falte. No va a haber detalle digno que ignore, risa invisible, vida borrosa. Abrazando el lugar común digo que me hubiera ido yo, que te dejo mi tiempo y mis ganas para que no pasen más segundos, para que no camines esa frontera que aún no existe y no te sitúes, nunca, en el pasado. ¿Con quién tengo que hablar? Con nadie. No se puede jugar a eso tampoco ante tal clausura, aunque me niegue a vivir en un mundo en el que no seas la madre sonriente que fuiste, seguro, el ratito que pudiste.

Te debo algo, algo que ambas sabíamos. Hago un trato contigo. Hago un contrato ahora, invisible, jodido y frustrante. No puedo hacer más, no puedo resignificarlo. Ni evitar pensar en lo enojada que estarías, en tu fuerza de cambio. Sí, corazón, está mal. Está todo mal y no hay escapatoria. ¿Qué hacer?

Aprovechar el tiempo que quede, per se. Hacer y decir sorteando estas putadas de la vida. Ponerse a pensar también en todas las cosas chingonas que quedan, en el bebé, en el sol. En la fuerza que viene siempre del mismo lugar y se nos traduce en buscar grietitas para seguir picando, y quitar maleza y respetar las flores. Seguir solo los caminos que no lastiman, porque ya hay mucho afuera como para hacer más polvo. A callar, sentir y gritar. Si hoy de coraje tal vez mañana de gusto.

Te quiero, y lo sabes. Y estás aunque no estés. Igual y un día de estos podemos vernos de nuevo los ojos. Ojala se pueda, princesa con reino. Ojalá.

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