enero 08, 2008

A vaciar los labios tensos

El rostro contenía la risa, luego el llanto. Descansaba los latidos cada segundo, la respiración. Me negó todo lo que quise saber; el que miente roba, el que calla pasa, flota, se esfuma.

A jalar el hilo que cierra las persianas, que clausura con pestañas la posibilidad de otro minuto, de tres, de otras ramas del árbol que empezamos a trepar. Cortezas, flores.

Soy parte de su historia, un poco su amante, muy su confidente. Azote de puertas, reconfiguraciones, natas complejas que burbujean de pronto en la superficie del pozo. Era yo sin agua cristalina. Era yo con mi vida, era como se dice cuando empieza un año, era como se dice a media migración, como se piensa en el desierto.

Era una verdad de esas que nunca dejan de ser borrosas. Eramos todos mintiendo para sostener nuestros cuentos, engrasando las cadenas para que siguieran más cómodas que correr. La mañana y sus líneas brillantes reflejadas en las manos, en las piernas.

La luz entra difusa, no hay más ruido y flotando en un estado de inconciencia y placer se encuentran partes relevantes de la historia, las otras ramas, los capullos. El sabor del café, la risa y las líneas de lluvia que fabrican las tejas. Tanta humedad, tanto verde, cómo brilla el mundo con viento y sol, como brilla nublado y rugiendo. Y las manitas invisibles alrededor del cuello dejan de apretar porque se olvidan, nada tan importante. Mezclas difusas y mejores sueños. La felicidad parece medirse según lo factibles que creemos los sueños, según lo cerca que los tengamos, según fabriquemos más. Y estas pausas vienen a voltear este balance tramposo e inefable porque nos conceden cosas que no nos dimos tiempo de soñar.

La vida no siempre es laberinto, los rompecabezas no solo se arman con abrazos. El abrazo primero es mío, el abrazo que doy me lleva en el medio. Como la mirada y la voz, como las cláusulas que se me olvidaron a veces sin que te dieras cuenta, como las reglas que no me importan porque no puedo vivir con tantas fronteras.

Si hay magia en cambiar de costumbres, en atreverse a jugar, hay poder en aprender de otras bocas y conquistar otros juegos. Hay chispas en el mundo, hay ceros de marcador que no nos hacen olvidar ni nos mejoran, pero funcionan como separadores de oficinista, letargo para los dedos que tamborlean, silencio para el que quiera jugar al misterio.

Hay lo que queramos hacer de esta vida, que somos fuertes, sabemos desear y disfrutar, hay vínculos, miedos, hay un mundo por comerse y seguirá estando cuando lo olvide y vuelva a llorar. Pero lo sé, me lo demuestra el tiempo, me convencen los dolores, me lo recuerdan las trampas y las complicaciones baratas. ¿Cuál es el gran pedo con hacer lo que queremos y apostar? ¿cuál es el pedo con perder lo que no hemos ganado? Carajo que me siento fuerte.

Gracias por el amor, a todos, a la Furtiva, al Hortelano, a mis hermanos desperdigados por el mundo, a los anónimos, los fantasmas, los que me regalan besos y las que me dicen que también se hacen preguntas sin respuesta. Gracias por el trozo de pertenencia extraña que me toca y por decirme a través de sus miradas lo que me falta por no perder cada día. Por los maltratos y los pedazos de tiempo y las pequeñas cosas.

(¿Será el hormonazo? ¡yo qué se!)

2 comentarios:

Silvana dijo...

que me ha dado energía tu texto!
gracias por pasarte!
saludos y un gran año lleno de vida!

Lahetaira dijo...

O será la vida, quizás. Abrazo que te abraza, laberinto con salida.

Amor que atraviesa, eso es la existencia.

Te quiero.