julio 11, 2006

Ciego y hermoso

Se acabó la batería, y con ella se van ciertas ganas de gritar. Y se amontonan en la boca cosas para tí; infortunios, besos y redenciones que me quedan en los labios que tiemblan, en la quijada que, víctima de la tensión, no hubiera podido decir, de cualquier forma. Se me guardan las lágrimas como si fueran para tí, como si yo no las mereciera y de saldar con ellas la despedida se tratara. Y quero que aparezcas acá aunque se que para ti la batería termina con el vínculo de esta noche, porque la avidéz del amante de madrugada se te quedó con otras mujeres, con otros cuentos de prisa que seguro recuerdas mal o poco.

Tengo prisa hoy porque nunca se me fue el amor de adolescente, precisamente después de que se fuera con sus brillos a caminar otras montañas. Tengo miedo de que no me encuentres a la vuelta después de mi carrera contra el frío y las distancias que muerden por las noches, que me hacen mas princesa, que me tumban de la cama porque no tengo el abrazo, que prefieren no dormir y pensar en los problemas mundanos que enfrentamos los de la vida sencilla, cómoda, "feliz".

Vaya que estoy triste hoy, y triste sin tus labios se tiñe de negro, en moribundo sin marcapasos que bien puede resucitar mañana y salir a cortar flores y venas enemigas. No me gustan los enemigos, no me gusta que se me vea como una contra la cual pelear. Tu tiempo es nuestro tiempo también, es mi tiempo ahora porque dices que conmigo sueñas. Y pasa, acariciando las necesidades que nos hacen más nosotros. Me acerco demasiado siempre y mis escudos son falibles cuando alguien sabe llorar y sonreír. Y estoy queriendo quedarme en mi pequeño abismo exigiendo tu abrazo, porque no queda nadie mas acá, porque los despidos son frecuentes en mi oficina existencial. Porque no me he inventado timbres postales para el reino que tengo sola, al que no se entra mas que a la fuerza, al que no se llega mas que con magia. Sería magia que me dieras palabritas para paliar mi infortunio pasajero de lunes, de lunares. De palabras que son para que no las entiendas y me des vuelta con la respuesta a otra historia, que me gusta que mires en mis manos. Las manos de la princesa, torpes. Que no saben qué responderle al mundo pero que saben desearte y retener arena y agua ¿Puedo más?

No quiero poder más, no quiero sanar tampoco. Quiero tenerte acá, acariciando nuestras otras necesidades, quiero sacarle una sílaba a esa palabra y convertir las mías en necedades, pero se sienten distinto. Dime algo ya que me saque la ponzoña de otro mes envenenado de alcohol y manchitas negras a través del vidrio. Sácame la maldición ¿Puedes? ¿lo intentas?


1 comentario:

Anónimo dijo...

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