julio 11, 2006

Las tardes comunes


Pensar si me gustan más las escaleras o los laberintos siempre me ha inquietado porque creo que desde siempre las fórmulas para dominarlos carecen de sentido. Pegarse a una pared, o escalón, como gato, frotándose con la urgencia de salir del lugar sin cera, ni alas ni sol. Para terminar invariablemente en el principio con la convicción de haber logrado algo que, de nuevo en el origen, se vuelve inutil. Por eso la risa ataca con las series de detectives, porque siempre encuentran una solución y el muerto resucita, sonriendo sus costras de casualidad, subiendo a una patrulla rumbo a casita. A los mortales no nos pasan esas cosas y esperamos esas otras desde que se trata de desear.

Nunca hubo Minotauro pero siempre un mar para caer en la defensa de lo inexistente. Ahora me tiemblan las ideas como si viera lo que pasa, como si entendiera.

¿Será posible poner frenos?

¿pausas?

¿dejar de hacer preguntas?

Las escaleras son menos románticas, pero pueden resolverse desde la tierra, hasta con la cara pegada al horizonte se imponen las opciones. Con los laberintos hay que mirar desde arriba, con un poder para muchos inexistente, para mí, desde mi torpeza de princesa, inalcanzable. No se puede enamorar pensando en otra cosa, no se puede navegar sin mirar los reflejos cegantes del sol. Y la sombra que por siempre desvela misterios que parecen comunes.

¿Como veríamos el vapor? ¿cómo veríamos otros ojos sin el regalo casual de no verlos siempre? Lo que se siente, como las plantas, nace sin permiso y se nota con las lluvias, cuando solo se levanta imponiéndose a la falta de sol y obligando al observador a seguir con la rutina inutil de mirar hasta la primera flor ¿pero qué puede saber una princesa de estas cosas? ¿que puede saber de calabozos?

Nada, las gotas y las flores entre las losas del sótano son asunto de los demás. Salvo cuando algo obliga. Y miras, y tiemblas. Y piensas en bocas y en sombras. Y en cuarteaduras en las paredes que liberen goteras para humectar el derrumbe del castillo que no está en los muros y que nunca va a caer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bien escriben las hermanas

Anónimo dijo...

Your site is on top of my favourites - Great work I like it.
»